Virtuosos de la precisión, herederos de la técnica de los grandes maestros relojeros.
Conocedores de los engranajes de noble aleación y masa oscilante, que meticulosamente ajustan.
El talento de la capacidad humana al servicio incesante de la búsqueda de la excelencia.
Destreza y experiencia.
El oficio de relojero no es un trabajo, es un estilo de vida.
La complejidad que entraña esta disciplina es directamente proporcional a la paciencia exigida.
Artesanos analógicos capaces de operaciones delicadas que exigen horas de manipulación minuciosa.
Adentrarse en las entrañas de un reloj es un arte que involucra experiencia, destreza, precisión y paciencia, y que muy pocos manejan.
¿Dejarías en manos de cualquiera el cuidado de tu reloj?